Por Bruno Cortés
En la Cámara de Diputados el aroma a café no era casualidad. Durante tres días se llevó a cabo el Foro Regional del Sector Cafetalero, un espacio donde productores, autoridades y legisladores se sentaron a hablar de frente sobre la crisis y el futuro del café mexicano. No se trató solo de cifras o discursos, sino de reconocer que detrás de cada taza hay familias, economías locales y hasta identidad cultural que hoy necesitan leyes claras, recursos y políticas que las respalden.
El diputado Alejandro Carvajal, de Morena, fue quien encabezó este encuentro. El objetivo principal: revisar y ajustar la propuesta de Ley de Desarrollo Sustentable de la Cafeticultura, una normativa que busca dejar de ver al café como un simple producto agrícola y ponerlo en el mapa de las prioridades nacionales. ¿Por qué? Porque, aunque el consumo y la industria alrededor del café han crecido, la producción en el campo ha caído. Muchos campesinos han dejado de sembrarlo por lo poco rentable, por plagas, por falta de apoyos y por los estragos del cambio climático.
Representantes de estados cafetaleros como Chiapas insistieron en que el café debe ser incluido en el Plan Nacional de Desarrollo y tener presupuesto etiquetado, no limosnas. Pidieron que los estados productores puedan participar en la toma de decisiones y que no se quede todo en oficinas de la capital. También subrayaron que si México quiere seguir compitiendo con gigantes como Brasil o Colombia, necesita apostar por ciencia, innovación y nuevas tecnologías: desde variedades resistentes al calor hasta sistemas de producción más eficientes.
El proyecto de ley presentado por especialistas plantea cambios interesantes: crear un organismo que conecte directamente a productores con autoridades, establecer un Comité de Precios para evitar que los cafeticultores dependan solo del mercado internacional, y garantizar que el dinero generado por el café se reparta de forma más justa entre quienes lo siembran y no solo entre quienes lo venden.
Otro punto clave es construir un sistema financiero rural que sí funcione —créditos accesibles, apoyos a pequeños productores, y herramientas para comercializar sin intermediarios que se quedan con la mayor ganancia—. Porque, aunque medio millón de personas vive del café, muchas apenas sobreviven de sus cosechas.
Agrónomos, académicos y funcionarios coincidieron: el café mexicano tiene futuro, pero no aguanta más improvisación. Se necesitan políticas públicas diseñadas desde el territorio, con participación de todos los actores del sector. Estados como Guerrero reforzaron la urgencia: el café genera más de 24 mil empleos directos en comunidades indígenas y, aun así, estas regiones siguen en el abandono.
El foro cerró con una promesa: empujar la aprobación de esta ley antes de que termine la Legislatura. Porque si no se actúa ya, el país corre el riesgo de perder no solo una actividad económica, sino una tradición que une al campo con la ciudad cada mañana en una taza de café caliente.