El Desfile Cívico Militar de este 16 de septiembre dejó una postal inédita: los tres Poderes de la Unión juntos, compartiendo escenario en la Plaza de la Constitución. Tras tres años de ausencia, la Cámara de Diputados volvió a ocupar su lugar en este acto republicano, representada por su presidenta, Kenia López Rabadán, quien no dejó pasar la oportunidad para subrayar que México es un país plural, aunque a veces sus políticos parezcan más empeñados en el concurso de gritos que en el desfile marcial.
López Rabadán, con su estilo directo, afirmó que estar presente en este espacio significa reconocer a las y los diputados federales como parte esencial del equilibrio democrático. “Hoy represento a mis 499 compañeros”, sentenció, recordando que no se trataba de una selfie individual, sino de una fotografía institucional que, guste o no, muestra a un país que todavía intenta reconocerse en la diversidad de sus visiones.
El gesto no es menor: desde hace tres años, el Poder Legislativo no participaba en el desfile. Su regreso simboliza más que una invitación protocolaria; es una señal de que, al menos en lo ceremonial, México puede aceptar la coexistencia de voces distintas sin que la marcha se rompa al primer paso. Una paradoja deliciosa en un país donde la pluralidad suele vivirse con más ruido que orden.
La presidenta de la Cámara también puso el acento en otro aspecto imposible de ignorar: la presencia femenina en el corazón de los poderes de la República. Con Claudia Sheinbaum en el Ejecutivo, una mujer al frente del Senado y otra en San Lázaro, López Rabadán aseguró que este es el tiempo de las mujeres, y que la política “de la buena” no solo es posible, sino necesaria. El humor negro cabría aquí: a México le costó 200 años de Independencia entender que más de la mitad de su población tenía algo que decir en el poder.
En entrevista, la legisladora recordó que 51 por ciento de los mexicanos son mujeres y que había una deuda histórica con ellas. “Hoy es tiempo de visibilizarlas”, enfatizó, y de paso puso sobre la mesa un mensaje que incomoda a muchos: el país del futuro no se puede construir sin mujeres al frente. En otras palabras, la foto de hoy no es una moda, sino un retrato obligado de lo que vendrá.
Más allá de los discursos, la postal del Zócalo con los tres Poderes juntos tiene un valor simbólico: demuestra que México no solo es plural en el papel, sino que puede dar la cara con todas sus diferencias en un mismo espacio. Claro, la pregunta que queda en el aire es si esa pluralidad se queda en la escenografía de septiembre o se traduce en acuerdos de verdad cuando la rutina legislativa vuelve a hundirse en la grieta partidista.
El desfile también sirvió para visibilizar a un Legislativo que en los últimos años había sido marginado de los grandes rituales republicanos. López Rabadán defendió que “estas fotografías de pluralidad le hacen bien al país”, aunque el reto real será que esas imágenes no se desvanezcan con la misma rapidez que las transmisiones oficiales. Porque si de fotografías vive la política, México sería un país modelo; pero si de compromisos hablamos, la historia es otra.
Al final, lo positivo es innegable: un regreso que fortalece la institucionalidad, un reconocimiento a las mujeres que hoy lideran los tres poderes y un recordatorio de que la pluralidad, aunque incómoda, es lo único que mantiene a flote la democracia mexicana. Ahora bien, si los aplausos del desfile se convertirán en consensos en el Congreso, eso es otra batalla… y seguramente más complicada que marchar en línea recta por Reforma.