El mundo de la ciencia perdió a una de las figuras más influyentes —y también más polémicas— de la biología moderna. James Watson, uno de los descubridores de la estructura de doble hélice del ADN, murió a los 97 años. Su legado científico cambió para siempre la medicina contemporánea, pero sus declaraciones racistas lo llevaron a perder todos sus reconocimientos honorarios y a quedar prácticamente excluido de la comunidad académica internacional.

El deceso fue confirmado por el Cold Spring Harbor Laboratory, institución en la que trabajó durante décadas y de la cual fue director por 25 años. Watson falleció el 6 de noviembre, víctima de una enfermedad no especificada.

 

El hombre que descifró la doble hélice del ADN

Watson formó parte del histórico equipo que en los años cincuenta descifró cómo se almacena la información genética. Junto con Francis Crick y Maurice Wilkins, demostró que el ADN tiene una estructura de doble hélice, descubrimiento que revolucionó la biología molecular y permitió el desarrollo de terapias, pruebas genéticas y tratamientos que hoy son parte esencial de la medicina moderna.

Su trabajo fue reconocido con el Premio Nobel de Medicina en 1962, considerado uno de los avances científicos más importantes del siglo XX.

 

Su carrera colapsó por afirmaciones racistas

A pesar de su enorme prestigio, la figura de Watson comenzó a desmoronarse en 2007, cuando declaró públicamente que, según él, “las personas negras eran menos inteligentes que la gente blanca” debido a su genética. Argumentó que “todas las pruebas” indicaban diferencias de inteligencia basadas en origen racial.

Estas declaraciones —sin fundamento científico, desacreditadas por décadas de investigación en genética humana y neurociencias— provocaron una ola de críticas en la comunidad científica internacional. Watson fue destituido de su puesto en Cold Spring Harbor, obligado a disculparse y apartado de toda labor institucional.

En 2019, en lugar de rectificar, reforzó sus comentarios diciendo que “no había cambiado de opinión”, lo que llevó a que universidades, sociedades científicas y laboratorios le retiraran todos sus títulos honorarios.

 

La venta de su medalla Nobel

En 2014, en medio del aislamiento académico, Watson subastó su medalla del Premio Nobel. Fue adquirida por el empresario ruso Alisher Usmánov por casi 5 millones de dólares. El oligarca devolvió la medalla al científico y Watson destinó una parte del dinero a donativos para instituciones de investigación.

 

Un legado dividido

James Watson deja un legado profundamente contradictorio: por un lado, su aporte al entendimiento del ADN sentó las bases de la biología moderna; por el otro, sus afirmaciones racistas lo convirtieron en una figura polémica que terminó aislada del mundo académico.

Lo que queda claro es que su nombre seguirá acompañado tanto del descubrimiento más trascendente en la genética moderna como de declaraciones que dañaron su reputación y marcaron su final como figura científica reconocida.

 

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